jueves, 13 de junio de 2013

Teorías de las Revoluciones en Latinoamerica II (Excurso)

INTERPRETACIONES REVISIONISTAS: puntos de comparación y contraste entre México, Inglaterra y Francia.

Autor: Ramón H. Alvarez
      
En un interesante ensayo 1 , Alan Knight, trata de elucidar y comparar interpretaciones revisionistas de estas tres revoluciones, identificar el carácter del revisionismo, y establecer puntos de comparación y contraste entre las tres tradiciones historiográficas.
      El autor, conciente de la eurocentricidad de la historia europea, sostiene que, si bien la revolución mexicana se bifurca en 1914-1915, 1920 y 1923-1924; con rupturas menores en 1927 y 1929; y una importante batalla faccional (más política que militar) se da en 1935-1936; considera que algunas de estas rupturas fueron significativas históricamente pero no historiográficamente; no así, el cisma de 1934-1935 entre Plutarco Elías Calles 2 y Lázaro Cárdenas 3 , que -según el autor- si tuvo consecuencias historiográficas. Opina que Cárdenas, con su rumbo izquierdista, ofendió a los revolucionarios más conservadores, y fue acusado de acudir a doctrinas exóticas, y  señala que en la década de 1940, cuando la política oficial se apartó del nacionalismo, redistribución y reforma, el régimen aún se autodenominaba revolucionario, como lo hizo la administración de Salinas de Gortari ( momento de elaboración del ensayo de Knight); de manera que la historiografía de la Revolución es por ello inseparable de las tendencias políticas posrevolucionarias.
      Habla de una tercera generación de historiadores -desde fines de la década de 1960- que ha llegado a la madurez, por lo que, considera que el estudioso de la Revolución Mexicana ha llegado a parecerse más de cerca a su contrapartes ingleses o franceses (los franceses tardaron 102 años para establecer una cátedra de estudios de la Revolución, sostiene el autor).
      Conciente de que la Revolución Mexicana no fue un monolito, sino una amalgama de numerosas experiencias revolucionarias, señala que, esto no es un descubrimiento de la nueva ola revisionista. Luego, respecto a la tipicidad, se pregunta: ¿En que medida un estudio de un caso dado puede ser tomado como típico del país, de una región, de un estado, de un tipo de comunidad, de una facción en particular? A partir de aquí, nos enfrentamos -dice el autor- a un viejo problema historiográfico, el de distinguir lo típico de lo atípico, el caso ilustrativo del anómalo; de manera que estudios locales y regionales (aun sofisticados) no pueden aún brindar una descripción del país en su totalidad, sería aventurar generalizaciones no fundamentadas estadísticamente.
      La diversidad temporal de la Revolución no es menos importante para Night: la Revolución Maderista de 1910-1911 difirió de la Revolución Constitucionalista de 1913-1914; el régimen sonorense de 1920-1934 del cardenista de 1934-1940, y este de todo lo posterior a 1940.
      Para el autor, México en el año 1915, constituye un año decisivo en la historia moderna, ya que alcanza su punto máximo la guerra civil, la soberanía múltiple y la protesta popular, comenzando luego el pueblo a ser desplazado por las elites revolucionarias, representativas de la burguesía, las que continuaron sustancialmente el antiguo proyecto porfiriano de desarrollo capitalista, la construcción del estado y la represión de los movimientos populares; otro tanto ocurrió con la crisis de los años ´40 -periodo de reformas aceleradas-, en parte estimulada por la presión popular y manifiesta en la presidencia de Cárdenas (1934-1940) llegando a su fin en 1938-1940, y dejando a políticas más conservadoras, favorables al capital y hostiles a los intereses de campesinos u obreros.
      El autor se pregunta: ¿Cómo un régimen nacido de la revolución social con el pasar del tiempo, se vuelve tan precapitalista (uno de los mas estable) y socialmente regresivo en Latinoamérica, y se responde: por la misma razón por la cual el radicalismo popular inglés de la década de 1640 dio paso a la nueva estabilidad política de comienzos del siglo XVIII y a la oligarquía veneciana de mediado del XVIII; y agrega: el radicalismo inglés contribuyó a destruir el antiguo régimen, pero no pudo instalar uno alternativo popular en su lugar; en cambio habiendo completado su obra destructiva, cayó victima de los nuevos gobernantes de Inglaterra, posteriores a la Restauración -la aristocracia aburguesada, la Vieja Corrupción, el “P.R.I. inglés”-.
      Conocedor Knight, de que en la década de 1930, las ligas campesinas y sindicatos, y sobre todo la reforma agraria fueron lo suficientemente importante y autónomos, y no como lo califica la imagen revisionista, del Estado manipulativo y maquiavélico que dominaba la sociedad civil, el autor se asume en la categoría de “algo tradicional” en su análisis histórico, y sostiene, que la década de 1930, fue un programa de reforma radical más allá de la mera consolidación de elites neoporfirianas, o estado centralizador, aunque le resulta exagerada la imagen revisionista de continuidad neoporfiriana.
      Además Knight disiente de la tesis que describe a la revolución como movimiento nacionalista antiimperialista dirigida contra la explotación económica extranjera, en particular EEUU; y diverge con los eruditos revisionistas de los últimos años cuando tratan el periodo 1910-1920, y la última parte de 1930. Sostiene que la imagen tradicional, tannenbaumiana 4 de una revolución popular, agraria y campesina, es compatible con su punto de vista en lo que respecta a 1910-1915, y afirma que la historia posrevolucionaria  de México anterior a 1940 no fue una simple leyenda de construcción del Estado y acumulación de capital.
      Con respecto a aquellos revisionistas que condenan la Revolución Mexicana por su comparativa debilidad, y los ejemplos comparativos que invocan,  el autor sostiene que, son abstracciones objetivadas más que procesos históricos complejos, e invita a dejar de lado tales abstracciones y revelar las imperfecciones de todas las revoluciones, pues en cualquier revolución los activistas revolucionarios son una minoría, lo cual no invalida la importancia, radicalismo y efecto transformador de tales procesos. A su vez, arremete contra los “cánones” abstractos de ortodoxia revolucionaria, donde los campesinos son descartados de inmediato; y ante ese enfoque arbitrario y ahistórico, sostiene que, son muchas las revoluciones producto de clases populares, cuya falta de programas revolucionarios fue compensada por sus acciones revolucionarias objetivas, por la  destrucción violenta del viejo orden; no importa si en la Inglaterra rural, Francia o México.
     También, con respecto a algunos autores, que con una marcada parcialidad -relevante en el contexto historiográfico comparativo-, por preferencia de los ejemplos franceses y europeos en general, y su resistencia a transportarlos, y ante la falta de un ajuste adecuado, en espacio y tiempo, Night expresa: Una cosa es ver el antiguo régimen francés (monárquico) como victima de las ideas enervantes ilustradas y cuadros intelectuales proselitizantes y otra muy distinta es ver del mismo modo al antiguo régimen porfiriano (republicano) heredero de las Guerras de la Independencia y la Reforma, imbuido de filosofía positivista liberal; de manera que en México no podía haber un regicidio (magnicidio, homicidio), real o simbólico: la monarquía, la casta y el privilegio corporativo habían sido derribados años antes.       
      Knight por otro lado, reniega de la estadolatría del análisis revisionista de la era posrevolucionaria mexicana, en el contexto de interpretar el ascenso ininterrumpido del Estado, que en su contraparte Inglesa, la historiografía tomó de la clase media en constante ascenso. Para Nigth, el análisis es excesivamente teleológico, carece del conocimiento empírico como teórico. Esta estadolatría, muchas veces depende de la invocación ritual del bonapartismo, importación de la Revolución Francesa, que aún en Francia deja mucho que desear en términos de claridad y precisión. 

     En su ensayo -como síntesis- Knight se propone: 1- brindar algunas breves comparaciones con otros revisionismos revolucionarios, 2-considera como y por que se ha desarrollado el revisionismo, 3-si estos revisionismo son rama relacionadas de un tronco común, y cual es el nutrimento ideológico. El autor -aclara- enfoca dicho paralelismos desde su punto de vista mexicanista, y se sirve de ocho proposiciones revisionistas tomadas de los estudios mexicanos, y nos expresa que cada una de estas, presenta claros paralelismos en la bibliografía inglesa y francesa.
      En términos generales -desprendidos de las ocho proposiciones- cuestiona: 1-El enfoque excesivamente teleológico de los revisionistas, en el contexto de una revolución progresista; y la sobrevaloración que estos hacen de las opiniones contemporáneas, aborreciendo las de los historiadores ortodoxos, en cuanto a percepción retrospectiva se refiere, 2-Que las revoluciones hayan sido más la obra de las elites que de las masas; y ante este cuestionamiento ejemplifica con: los miembros del Parlamento inglés, se parecían bastante a los caciques mexicanos o a los terratenientes sin poder; y las revoluciones que dirigían eran luchas Namieristas 5 por el lugar y la posición, no luchas ideológicas o de clase. El hecho de que los estudios de:  provincialismo (Revolución inglesa),  municipalización (Revolución francesa), y la idea de integraciones  verticales, con comportamientos deferentes y localistas -los condados ingleses o los movimientos serranos mexicanos- y su falta de polarización clasista interna, no necesariamente las convierte en fuerzas inamovibles, 3- A la inversa, cuestiona al revisionismo que tiende a ponderar el poder presunto del Estado revolucionario: cromwelliano, jacobino o constitucionalista/sonorano/cardenista, 4- Advierte a los analistas que convierten a la revolución -en su interpretación- en una “empresa política”, donde podemos encontrar un estado arrogante -organizado, y ambicioso-, o su contraparte, donde se pelea por un puesto, sin un contralor que paute las normas, 5- de lo anterior –si así fuese- la interpretación de la revolución para los analistas es de una “reorganización namierista”, 6- los revisionistas devotos de la continuidad  contra la ruptura, llegan a negar, subestimar, o pasar por alto el “hecho real” de la ruptura, resaltando el statu quo, 7- una vez más, advierte, de los revisionistas que de una manera u otra, sea en México, Inglaterra  o Francia, la “ruptura”, cambio, o disolución, resulta de “fuerzas exógenas”, de una nueva cultura subversiva con maquinaciones extranjeras, para ellos, este nuevo fenómeno, no proviene del antagonismo de clase, y como -ahora- tiene prioridad la cultura, en el contexto de las ideas nuevas, de la heterodoxia y, habiéndose desechado el reduccionismo económico, pasa a ocupar su lugar el reduccionismo idealista, y para ellos la revolución no procede de subversivos locales, sino de  entrometidos extranjeros; finalmente la revolución es provocada por la “guerra exterior y la invasión”. Tal interpretación -sostiene el autor- es compatible con algunas teorías generales de la revolución -actuales-, que enfatizan las presiones externas, militares y geopolíticas dentro del sistema internacional de los Estados[i]. Y Knight, como corolario de estas erróneas interpretaciones -a su entender-, nos dice -como ejemplo- que en México no hubo ninguna guerra, mucho menos se la perdió, ninguna crisis internacional desató la revolución, y si fue la guerra civil la que causó la disolución del gobierno y no viceversa; por otro lado, muestra su desacuerdo con los que designan a la Revolución Francesa como resultado de contingencias y consecuencias no previstas, 8- nos advierte de historiadores que rehabilitan contrarrevolucionarios individuales: el caso de Huerta y Félix Díaz, para México, o el Viejo Pretendiente y Timothy Brecknock para Inglaterra; o contrarrevolucionarios colectivos, y en ese contexto traza un paralelismo entre cristeros 6/vendeans ( para México y Francia respectivamente), y se diferencia de estos, por el enfoque dogmático con que amparan estas interpretaciones, habida cuenta de que, una vez más, la erudición revisionista, se adhiere en forma obstinada a las fuentes y opiniones contemporáneas; Knight se revela contra la historiografía emic 7, por considerar reduccionista a cualquier análisis de motivación encubierta (análisis etic 8 ).
      Knight está convencido que existen rasgos comunes, que caracterizan la historiografía revolucionaria de estos tres casos distintos; y en virtud de ser el caso mexicano el más reciente, es el más ligado a los problemas políticos contemporáneos, y en ese contexto remarca que los historiadores y su historia son influidos por las tendencias y problemas contemporáneos, y citando a James Joll, respalda el concepto de que toda la historia puede ser historia contemporánea, pero sostiene que alguna es más contemporánea que otra, por ejemplo, sea el caso de las revoluciones.
      Para Knight las interpretaciones de la revolución Mexicana, están influidas por la crónica histórica de los últimos 25 a 30 años, iniciada por la masacre de Tlatelolco 9 de 1968, lo que profundiza la pérdida de legitimidad del régimen y el colapso del modelo de desarrollo de sustitución de las importaciones, y considera que el repudio a la Revolución y a la ortodoxia revolucionaria tiene un poderoso atractivo contemporáneo;  considera errado el enfoque intelectual de los revisionistas, cuando, al  resaltar o “sacar a luz” a “elites manipuladoras”, a “campesinos embaucados”, a “católicos perseguidos”, o cualquier otro arquetipo -actores de la historia revolucionaria-  simplifican y subestiman la complejidad de tal Revolución.
      El autor, luego resalta estas diferencias: Los revisionistas mexicanos atacaron un régimen que estaba en el poder, así como una tradición historiográfica –ambos íntimamente entrelazados-, y con una génesis revolucionaria -en ambos casos- reciente; mientras que los revisionistas ingleses y franceses, “rompieron lanzas” en el plano del mundo académico, ya que el tiempo de los regímenes o gobiernos vigentes -en sus momentos revolucionarios-, había ocurrido bastante tiempo atrás.
      No obstante, en términos generales, Knight sostiene que el revisionismo llevó a cabo algunas funciones útiles y necesarias: 1-obligó a los historiadores -ortodoxos- a modificar, rectificar o fortalecer las críticas; y 2-se descartaron los análisis basados en simplistas luchas de clase, o transformaciones súbitas de modos de producción.
      Para el autor, “las revoluciones ya no son prolijamente atribuidas al ascenso o caída de la aristocracia rural inglesa, al deliberado esfuerzo de la burguesía francesa, o al levantamiento de un campesinado mexicano monolítico y oprimido. Los movimientos de clase se revelan complejos, y de ningún modo dan cuenta de todo el proceso revolucionario; los resultados pueden derivar menos de estrategias deliberadas, que del impacto no planeado -pero pautado- de las fuerzas sociopolíticas y las transformaciones estructurales -política, económica, social y cultural- tienden a ser procesos extensos, no sucesos revolucionarios separados, en especial cuando consideramos revoluciones, como la Inglesa, la Francesa y la Mexicana, pertenecientes a una secuencia burguesa más que socialista”

      Finalmente, se destaca cuando Knight, preclaramente enfatiza acerca de la tendencia ideológica posterior a la década de 1960, señalando y advirtiéndonos del alejamiento y denigración del marxismo ortodoxo, de la critica capciosa hacia el reduccionismo económico, del cuestionamiento del papel arbitrador y redistribucionista del Estado (planeamiento, bienestar social, estatismo y dirigismo), en pro del fortalecimiento de su contraparte -ya vigente por esos años- donde lo distintivo es: la veneración del mercado -laissez-faire-, el culto a ultranza del individualismo y una democracia donde al liberalismo económico, se acompaña cada vez menos de un liberalismo social.

                                                                             Ramón H. Álvarez, 30/05/2007
















NOTAS AL PIE Y BIBLIOGRAFÍA FINAL




1 Alan Knight, “Punto de Vista. Revisionismo y revolución: México comparado con Inglaterra y Francia”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 3ª Serie, Nº 10, Buenos Aires, Segundo semestre de 1994, pp. 91-127. En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp. 1-41. 

2 Plutarco Elías Calles, presidente de México desde 1924 hasta 1928. Tras el fallecimiento de su padre, en 1881, se añadió a su nombre el apellido de su padrastro (Juan B. Calles). Opuesto a la política de reformas sociales iniciada por Lázaro Cárdenas. Un año después de finalizar su mandato, en 1929, fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR), agrupación política que, desde enero de 1946, pasaría a denominarse Partido Revolucionario Institucional (PRI). Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation.

3 Lázaro Cárdenas, presidente de México desde 1934 hasta 1940, desarrolló una serie de proyectos que incluían la reforma agraria y la construcción de escuelas. En 1938 nacionalizó las industrias petroleras extranjeras establecidas en México y mantuvo el control estatal sobre las grandes plantaciones. Cárdenas se granjeó el apoyo de las clases campesinas y obreras, y fue uno de los presidentes más populares de México. Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation.

4 En referencia a Frank Tannenbaum. Alan Knight, en “FRANK TANNENBAUM Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA”, traducción de María Vinós, nos dice:”un ejemplo del punto de vista tradicional de la Revolución Mexicana…Por lo tanto, trataré la visión tannenbaumiana de la Revolución sin referirme más que limitadamente al debate tradicional/revisionista. Vale la pena aclarar una cuestión desde el principio. Se puede defender a Tannenbaum de los ataques de los críticos revisionistas por dos razones: la primera, es que su visión de la Revolución es históricamente correcta; la segunda, que sus críticos le atribuyen cosas que no dijo, la crítica ha distorsionado sus puntos de vista. Mientras que la primera razón es la más importante, la otra también merece atención, ya que, en algunos casos, la visión “tannenbaumiana” o “tradicional” se presenta de forma distorsionada y, sobre todo, simplificada. Para bien o para mal, no hay ninguna señal de que Tannenbaum haya cambiado radicalmente sus opiniones durante su “periodo mexicano”; es decir, de los años veinte y principio de los treinta. Así pues, es razonable tomar estas fuentes como representantes de la visión tannenbaumiana de la Revolución.   www.ejournal.unam.mx/historia_moderna/ehm19/EHM01902.pdf


5 Lewis Namier, en “Human Nature in Politics” (1955), En dicho artículo, que luego daría lugar a toda una corriente historiográfica denominada “namierista”, su autor cuestiona aquel supuesto antropológico que se encuentra en la base de la perspectiva de Lovejoy. Según señala, la historia muestra que los hombres no han tenido nunca mayores problemas en contradecir sus ideas siempre que lo consideraron necesario. Tomar las mismas como base para comprender el sentido de sus acciones resultaría, por lo tanto, sencillamente ingenuo. En definitiva, lo que Namier ponía en cuestión era la legitimidad misma de la historia intelectual, el objeto de su empresa. De la Historia de ‘ideas’ a la Historia de los ‘lenguajes políticos’.Las escuelas recientes de análisis conceptual. El panorama latinoamericano:Elías J. Palti. Https://guoa.ub.gu.se/dspace/bitstream/2077/3275/1/anales_7-8_palti.pdf


6 Movimiento armado mexicano conocido con el nombre de cristero que luchó entre 1926 y 1929 contra la política laica gubernamental. Dicho grupo de carácter católico estuvo compuesto por peones y aparceros rurales, dirigidos por antiguos militares revolucionarios e incluso por sacerdotes. Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation.

7 Las emic operations se caracterizan por la elevación del informante nativo a la condición de juez último de la adecuación de las descripciones y análisis del observador…Tomado de la cita 71 a pie de página 22 de: Alan Knight, “Punto de Vista. Revisionismo y revolución: México comparado con Inglaterra y Francia”, En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp. 1-41. 


8 Las etic operaciones se caracterizan por la elevación de los observadores a la condición de juez último de las categorías y conceptos utilizados en descripciones y análisis… Tomado de la cita 71 a pie de página 22 de: Alan Knight, “Punto de Vista. Revisionismo y revolución: México comparado con Inglaterra y Francia”, En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp. 1-41. 


9 En Agosto de 1968, en vísperas de las Olimpiadas mexicanas, varios cientos de manifestantes civiles, en su mayoría estudiantes fueron matados por las fuerzas gubernamentales en Tlatelolco en la Ciudad de México. Tomado de la cita 56 a pie de página 17 de: Alan Knight, “Punto de Vista. Revisionismo y revolución: México comparado con Inglaterra y Francia”, En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp. 1-41. 

viernes, 7 de junio de 2013

Revoluciones Latinoamericanas.




HISTORIA SOCIAL DE AMÉRICA LATINA

Autor: Dr. Ramón H. Alvarez

MODO DE PRESENTACIÓN: Se presenta un trabajo bajo la modalidad de ejercicio de presentación resumida de textos, basado en el tema: Teorías de las Revoluciones y Revoluciones Latinoamericanas. El total de la documentación analizada está contenido en 120 páginas, y ha sido resumido en  14 páginas para un trabajo central, y en 6 páginas para un documento anexo.
    Se abordan autores como: Alan Knight, Julían Casanova, Hans Werner Tobler, Waldo Ansaldi, y Patricia Funes; y de sus trabajos -en forma integral-, se intenta un análisis (Descomposición, disección, desmembración) y una síntesis abarcadora y correlacionada de los mismos.
    El documento central, se presenta bajo el título: Análisis, interpretación, síntesis y conclusiones  del top: Las revoluciones en clave comparativa, y ha sido subtitulado de la siguiente manera: Introducción, Definición, Revoluciones Latinoamericanas del Siglo XX, El Factor Sorpresa, Oscilaciones en la Dialéctica, Los Resultados, La Reforma Agraria y sus Diferentes Rumbos, y Conclusiones.
    El documento anexo -excurso-, se titula: Interpretaciones revisionistas, puntos de comparación y contraste entre: México, Inglaterra y Francia.



                                                              Ramón Humberto Álvarez (30/05/2007)

      
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ANÁLISIS, INTERPRETACIÓN, SÍNTESIS Y CONCLUSIONES  DEL TOP [1]: Las revoluciones en clave comparativa. 


INTRODUCCIÓN: Analizar las revoluciones a la luz del análisis histórico comparativo posibilita la convergencia entre la sociología, la ciencia política y la historia. Las revoluciones alteran la estructura social, el modo de producción y están determinadas por las tensiones de clases. Producen también cambios en la estructura y funciones del Estado. Ahora bien, las revoluciones deben ser estudiadas como fenómenos históricos y nunca reducidas a susceptibles de ser adaptadas indistintamente a cualquier sociedad. En cada sociedad y en cada periodo tienen características específicas, y sus motivaciones, causas y resultados serán diferentes aunque persistan sus formas de manifestarse a lo largo de la historia[2].

DEFINICIÓN: El concepto revolución como tema en sí, por sus  implicancias históricas, sociales y políticas, constituyen -al menos- material de análisis de la ciencia política, de la historia y de la sociología, pero es en la sociología histórica donde -en las últimas décadas- se potencia su reflexión, como en la política, donde se produce inversamente su devaluación.
      El vocablo, que en sus orígenes, responde a la astronomía, al aludir al movimiento circular, cíclico y recurrente propio de los cuerpos celestes, resultó afín –metafóricamente- en sus orígenes, esencialmente con la política, ya que el mismo denotaba restauración o retorno a un punto preestablecido. Así fue como en Inglaterra los acontecimientos de 1660 y 1689, significaron -ni más ni menos- la restauración de procesos monárquicos,  y no revoluciones en el sentido contemporáneo.
      En el siglo XVIII, con las revoluciones norteamericana y francesa, la palabra se resignifica, y adquiriere el sentido contemporáneo, ya que, ambos sucesos resultaron en: destitución -al menos- del antiguo régimen -y no restauración- y una fuerte voluntad de crear un mundo nuevo. En ambos casos, se asistió  a una contrarrevolución, hubo cambios de principios, lo cual se  tradujo, en significativos cambios para la humanidad; se deja de lado la visión cósmica tradicional, y se ingresa a un escenario donde las ideas de irresistibilidad e irrevocabilidad, minan y reemplazan al poder instituido (Antiguo Régimen), el cual poco tiene ya por hacer.  
En el siglo XIX, se pasa, de la idea de irresitibilidad, a la de necesidad histórica de la revolución, esta última muy intrínseca a las diversas corrientes marxistas, y por otro lado, a la de revolución permanente, modalidad vinculada en el siglo XX, invariablemente a Trostky.  
      Se pueden encontrar numerosos teóricos de las revoluciones, tantos como definiciones. Así -por ejemplo-, Alexis de Tocqueville (1805-1859) autor de una teoría general de las revoluciones, Karl Marx (considerado el gran teórico de la revolución), y León Trotsky, figura fundamental de la Revolución Soviética, entre otros[3] .

REVOLUCIONES LATINOAMERICANAS DEL SIGLO XX: Alan Night[4] en un interesante ensayo[5], en perspectiva latinoamericana, analiza las revoluciones de México, Bolivia y Cuba;  de las cuales considera, que rara vez han sido integradas al debate central respecto a las causas, el carácter y las consecuencias de la revolución social. A tal efecto propone algunas conclusiones tentativas acerca de estas revoluciones, sobre todo, del lugar que estas ocupan en la categoría más amplia de revolución social.
      Para el autor, la “revolución social” supone básicamente: a) una importante movilización política, donde las causas son lo suficientemente tratadas y un compromiso voluntario (no coercitivo) de los actores; lo cual conduce a: b) profundos cambios estructurales sociopolíticos. El rasgo a) es descriptivo, el rasgo b) es funcional. Estos dos rasgos podrían no corresponderse, para lo cual tendremos que prevenirnos –nos advierte Knight- contra “la falsa ecuación entre magnitud de efecto e intensidad de causa”.
      En su análisis Knight, demuestra la importancia de las relaciones de clase, en contraste con la construcción del estado, por lo que remarca su desacuerdo con Theda Skocpol[6], sobre todo en que, nociones como lucha de clases, o revolución “burguesa” o revolución “socialista” sean subordinadas al criterio relevante orientado hacia el estado; a su vez el autor desecha aquellos análisis sumamente esquemáticos de clase que implican un simple determinismo de base/superestructura y una insuficiente conceptualización de las clases sociales. Sostiene que el renovado interés por el estado afecta tanto a teóricos marxistas como a historiadores empíricos. De manera que en los tres casos Latino-Americanos, el enfoque “estatista” o concentrado en el estado de Skocpol  resulta ineficaz para Knight, quien no deja de ofrecer fundamentos claros, y enfatiza en disentir en que el síntoma característico de las revoluciones sociales haya sido su estrecha relación tanto casual como funcional con la construcción del estado y el sistema internacional del estado.
      Si bien los tres países compartían una relación de dependencia con EEUU, la rivalidad internacional poco tuvo que ver –según Knight- con las revoluciones -en oposición a lo esgrimido por Skocpol-. Como ejemplo de ello, en México cuando ocurre la revolución popular no había invasión extranjera, ni el gobierno estaba en bancarrota.  
      La noción de que las revoluciones son necesariamente precedidas por un colapso del poder del estado, es puesta en duda por Knight. A su vez, respecto a la incidencia de los movimientos campesinos y obreros per se en las tres revoluciones, opina,  que los mismos son fenómenos complejos, que abarcan diferentes clases, ideologías y factores circunstanciales. Así por ejemplo la “guerra campesina” de Wolf puede hallarse en el México revolucionario, pero es más difícil encontrarlo en Cuba o en Bolivia; en esta última, específicamente, encontramos los obreros radicales del sector exportador de Bergquist en las minas de estaño[7].
       En conclusión Knight nos dice “quizás puedan compararse los componentes individuales de una revolución, pero el modo en que ellos son reunidos, el mecanismo resultante y el funcionamiento, difieren profundamente. Los actores sociales representan personajes semejantes, pero ejecutan un argumento distinto”

EL FACTOR SORPRESA: En la óptica de Knight, si bien la revolución Boliviana fue anunciada de antemano por una movilización política en ascenso, desestabilización estatal y revueltas previas, con movimientos que triunfan en 1943 (luego abortados en 1949), la revolución de 1952 resultó –según el autor- “una gran sorpresa”.
      De la misma manera, en el análisis de Knight la revolución Mexicana sorprendió a los mismos actores (victimas y protagonistas) por su irrupción por completo imprevisible (salto cuantitativo), sin descuidar que previo a la súbita insurgencia popular de 1910-1911, hubo intensa politiquería electoral y efervescencia política, pero ese escenario –aclara- estaba también presente en Argentina o Chile, sin embargo la historia en estos centros no siguió el mismo curso.
      Con respecto a Cuba el autor sostiene, que la isla jamás había conocido un período de dominación oligárquica estable, como México y Bolivia, pero con el ingreso de una nueva generación en el escenario político en 1933, Cuba experimenta violencia política, inestabilidad, corrupción y gangsterismo. Castro, con su incursión en 1956, tres años después de su fallido asalto al cuartel de la Moncada, -según Knight- no despertó expectativas de una revolución inminente, aún cuando en Enero de 1958 el “optimismo colectivo” era muy elevado, pero la caída de Batista en Enero de 1959, fue súbita y sorpresiva.  
Es evidente, con los ejemplos citados, en la óptica de Knight, la ausencia de síntomas premonitorios en las etapas progresivas de estas tres revoluciones.

OSCILACIONES EN LA DIALÉCTICA: Para Knight, la dialéctica utilizada por los protagonistas fue cambiante. Así, México (1910-1920) eludió el clásico progreso de moderada a radical y al Termidor (Rusia y Francia, respectivamente). Para el autor, el régimen carrancista de 1915-1920, aunque más despiadado, no fue más radical que el maderista de 1911-1913. Luego el régimen desplegó un comportamiento alternante en su dialéctica, ya sea, hacia a la izquierda (1920-1927, 1934-1938), o hacia a la derecha (1927-1933 y 1938-1946), y finalmente después de 1956 se encaminó hacia la derecha, hasta nuestros días.
Knight destaca que si bien, en México, el poder político cambió de manos, las reformas sociales y las reformas agrarias, se  mantuvieron  y se extendieron respectivamente.  
      En dicho contexto, Hans Werner Tobler [8] en un interesante ensayo[9],   sostiene que, en la Revolución mexicana no se distinguen factores externos –como en Rusia y China- que hubieran terminado por dar un impulso vital al ala radical de la revolución, sino que fueron las fuerzas moderadas  las que prevalecieron en las fases decisivas, y Estados Unidos de alguna manera, en la década del 20, utilizó la presión diplomático-económica, consiguiendo limitar las reformas económico-sociales hasta la presidencia de Cárdenas.
      En Cuba -según Night-, la revolución que se presentó moderada, pronto se movió a la izquierda, y en este contexto nos dice “Las teorías que proponen causas esquemáticas y procesos, al parecer tienen muy poco que ofrecer de genuino en cuanto a un conocimiento profundo de la experiencia revolucionaria en América Latina...”.
      De relevancia resulta también, respecto a las revoluciones burguesas, cuando Knight a manera de conclusión en su ensayo (cita Nº 5), afirma que: “la rebelión campesina, originalmente contra los terratenientes, conspiró con el reformismo burgués para desmontar a la oligarquía y atenuar el transito hacia el capitalismo”. Esto último contrasta con los ejemplos asiáticos -China y Vietnam-, donde los campesinos movilizados por los cuadros comunistas, (invasión mediante ), en medio de Estados autocráticos, transitaron una secuencia maoísta-leninista –lo cual resultó en una desviación de la teoría marxista-, por cierto, lejos conceptualmente de la revolución marxista menchevique [10]más cercana  a Cuba. Visto así, se entiende, como la vía “asiática” al socialismo, difiere marcadamente de la “solitaria” vía latinoamericana, transitada por Cuba, aun cuando en la isla, luego, la “colectivización burocrática descendió sobre la revolución”, como sostiene Knight.

LOS RESULTADOS: es en el resultado donde las revoluciones podrían obedecer a pautas comunes –sostiene Knight-. Ahora bien, si repasamos su definición de “revolución social”, en este contexto, la movilización de masas, el primer criterio descriptivo, caracteriza a los tres casos sin excepción -México, Bolivia y Cuba-, aunque, sin pauta común de movilización. Sin embargo, si analizamos el segundo criterio, el de la función o resultado, las revoluciones no son tan resistentes a la generalización, como cuando se refiere a la etiología y a la morfología.      
     Knight sostiene que, para cumplir con la categoría de “revolución social”, el caso debe ser demostrablemente exitoso y debe tener una función o resultado social revolucionario; el éxito se define en un importante e irreversible cambio sociopolítico, aunque “como sostiene Skocpol” -nos ilustra Knight- : el curso y resultado de las revoluciones rara vez coincide con los propósitos declarados de sus participantes. Es decir, ocurren cambios pero son imprevistos. Prueba de ello, lo muestran en cierta forma las revoluciones socialistas, donde las elites políticas -partidos de vanguardia- han emprendido experimentos masivos de planeación económica e ingeniería social: la colectivización soviética, el Gran Salto Adelante, y el impulso del Che a la industrialización en Cuba. Y el autor sostiene que, si estos proyectos fueron dirigidos de arriba hacia abajo, el resultado no siempre correspondió con el propósito; otro tanto ocurre con las revoluciones burguesas, donde desmantelado el componente feudal, se reforzaron las relaciones capitalistas. Con este enfoque, se puede interpretar que, en las revoluciones burguesas, la relación entre partido y sociedad bajo el capitalismo es muy diferente del que predomina en los Estados socialistas.
      Una vez más, apropiándonos de Knight, se puede afirmar que, en las revoluciones burguesas uno encuentra una confusa mezcla de fuerzas sociales incoherentes entre si, no hay doctrinas, programas ni guías, “todas las cosas van creciendo con remiendos”. (El caso de México), sin embargo, -aparentemente- son los éxitos estructurales a largo plazo los que cuentan, más que la longevidad de hombres o regimenes.
      Hans Tobler (cita Nº 9), refuerza la impresión de Knight, en lo que respecta a las revoluciones burguesas y su “caos” inmanente -al menos- en el corto plazo, y establece importantes diferencias en cuanto a organización, liderazgo e ideología revolucionarios, al comparar México con Rusia. A tal efecto resalta el peso del partido bolchevique en Rusia, el rol sobresaliente de un líder como Lenin, y el contar con un programa, en este caso, basado en el marxismo, factores todos ausentes en la revolución mexicana.
      Con respecto a la transformación social, la cual por cambiante, es accesible a un tratamiento comparativo, Knight en este contexto sostiene que, las revoluciones sociales de América Latina -y añade cualesquiera, en el mundo- desafían las generalizaciones descriptivas (no obedecen a pautas), pero en los resultados funcionales de las mismas se pueden realizar análisis comparativos, pero no en la línea de Skocpol, y ejemplifica: La revolución cubana engendró un “estado totalitario”, la revolución mexicana -al paso del tiempo- dio origen a un estado autoritario, en cambio el estado boliviano ha probado ser incapaz de dominar una sociedad civil rebelde. Knight, enfatiza la significación fundamental de las revoluciones sociales, por ser estas, la base para la reconstrucción de la sociedad civil, más que la del estado, y añade que, las revoluciones burguesas no han significado la inmediata instalación de la “democracia burguesa”, sino -sobre todo- del desarrollo capitalista.
      Knight cree que es necesario hablar de revoluciones: “burguesa” y “socialista”, para obtener resultados diferenciadores, puesto que estos rasgos ya están implícitos en la sociedad previa -prerrevolucionaria-. Así por ejemplo, la Cuba prerrevolucionaria, a diferencia de México o de Bolivia, se diferenciaba notablemente -lo indicaban varios indicadores favorables: esperanza de vida, índice de alfabetización, comunicaciones, consumo per cápita de publicaciones, etc.-  por su alto grado de integración, su homogeneidad lingüísticas, escasos localismos, y su distancia a los desafíos clericales contra el estado secular, de manera que volvía lógico y justificaba un desenlace socialista (propiedad estatal -casi total- de los medios de producción). Mientras que por lo general, en los lugares, donde predominó la producción de trabajo esclavo, y sobrevino luego la abolición de la esclavitud, resultó propicio el desarrollo capitalista, y puntualmente en Bolivia y México prerrevolucionarios, la sociedad per se presentaba acentuados contrastes, faltaban la cohesión e integración que caracterizaba a Cuba.  
      En Cuba, -nos ilustra Knight- un amplio conjunto de fuerzas posibilitaron la revolución, muchas de ellas urbanas, pocas rurales ( jóvenes radicales del Movimiento 26 de Julio, oposición estudiantil,  clase media , disidentes políticos, algunos oficiales militares, el campesinado rebelde en Oriente, una clase trabajadora organizada y desilusionada -sobre todo- de los ingenios azucareros, etc.). Castro contó con las industrias económicas ya existentes, a gran escala -prerrevolucionaria-, a las cuales reorganizó, y a la vez aprovechó un aparato de Estado desarrollado y una población politizada. En México y Bolivia, con precondiciones estructurales diferentes, lo que se impuso fue el carácter burgués de las revoluciones; y por “burguesa”, Knight entiende: economía de mercado, libre transito de la fuerza de trabajo, innovación tecnológica con acumulación de capital, propiedad privada de los medios de producción, y apropiación privada de los excedentes. En México y Bolivia, aún con auge del radicalismo posrevolucionario, el estado con notables progresos -Cárdenas nacionalizó los ferrocarriles y  el petróleo; Bolivia nacionalizó las minas de estaño-,  estuvo -no obstante-, subordinado a las demandas del mercado.
      De una forma u otra –observa Knight-, los analistas menosprecian a las burguesías de América Latina, en tanto y en cuanto estas no lograron ajustarse al modelo eurocéntrico: dinámico, innovador, nacionalista, y hegemónico. Sin embargo, Knight considera a estas conjeturas ahistóricas, habida cuenta de que, tanto el Grupo de Monterrey (México), como los intereses financieros de Oriente (Bolivia), no solo cumplieron con el papel histórico de acumulación privada de capital, sino que convirtieron su poder económico en poder político. Queda claro, que para Knight,  “capitalismo” está en relación a producción, y no a circulación; y el libre mercado asalariado, es el que “nutre” al capitalismo, y es el que ofrece una inferencia histórica fundamentada. Y es en términos “productivistas” por los que Knight, sostiene que en México y Bolivia, las revoluciones fueron burguesas, desechando la idea de que los cambios abruptos (asalto a la Bastilla), garanticen cambios totales en el aspecto económico, esto es, revoluciones burguesas que hayan instaurado drásticamente el capitalismo a partir de un molde precapitalista. Claro está, que de su análisis, los modos de producción cambian lenta, dolorosa y penosamente, en contrapartida con las revoluciones políticas. Por otro lado, grandes transiciones en el modo de producción pueden ocurrir en ausencia de revoluciones sociales y/o políticas, sea el caso de Argentina -ejemplifica Knight-, la cual transitó al capitalismo sin revolución.
      A su vez, la relación temporal entre revolución y transformación social es variable, ambos fenómenos responden a tiempos históricos diferentes; es así como en Inglaterra -caso precursor- todo el proceso se prolongó sus buenos tres siglos, amen de que el siglo XVII fuera decisivo para hacer avanzar la transición; otro tanto ocurre con Francia, en donde 1789 es ubicado en un proceso de largo plazo, político y económico, donde el feudalismo (señorialismo) fue abolido en 1789-1793, pero el capitalismo y ascenso de la burguesía, se concretó, para algunos historiadores, en la década de 1830, y para otros, fue entre 1840 y 1870, con la creación de la red ferrocarrilera.
      El mismo contexto temporal, acontece en México y Bolivia. México con un gran crecimiento mercantil agrícola en el siglo XVIII, no fue acompañado por la extensión de un trabajo asalariado productivo y libre, inclusive padeció una “refeudalización” poscolonial (formas de peonaje, poder político opresivo, remuneración en especie, y formas casi serviles fueron introducidas de novo), en consecuencia el crecimiento del mercado, no necesariamente fomentó el trabajo libre. En el caso de Bolivia prerrevolucionaria, sin una agricultura dinámica exportadora, la clase terrateniente parasitaria explotaba pequeñas parcelas, y en esa explotación se ocupaban a tres cuartas partes de la población, lo cual significaba un mercado interno minúsculo, con una industria rudimentaria. Claro que en Bolivia, el motor de la economía estaba en la industria minera (90% de las exportaciones), la cual significaba más de la mitad de los ingresos gubernamentales, y si bien las minas dependían del trabajo libre asalariado, el Nº de mineros afectados era menor al 3 % de la fuerza de trabajo. Y las ganancias de las grandes compañías mineras -en gran parte de propiedad boliviana- terminaron transformándose en ganancias de corporaciones multinacionales.           
      Para Knight, ni México, ni Bolivia, aún con la reforma política y el cambio económico, habían avanzado lejos ni rápido como para asegurar un desarrollo capitalista sostenido. El capital nacional era ocioso en la concentración de la tierra, el mercado interno reducido, y la industria estancada. La revolución, en ambos países, no fue la obra de una intencionada burguesía revolucionaria planificadora, como tampoco lo fue la revolución francesa -extrapola Knight-, aunque terminaron a la larga asumiendo el cambio burgués, en pro de una transformación preferentemente capitalista, y no tanto por sus antecedentes de clase, sea el caso -por ejemplo- en México de Obregón, agricultor “pequeño burgués”, o el caso de Paz Estensoro en Bolivia, profesional de clase media. Ambos, atacaron a los terratenientes “feudales”, destronándolos, e impulsando la economía agraria hacia un maduro capitalismo.
      Sin duda, que en todo este contexto, el tutelaje y por momentos la intensa vigilancia de EEUU, no estuvieron ausentes, y -como en Francia- la revolución prosiguió, aún entre grupos en conflictos -la burguesía, los obreros, los campesinos, nacionales, extranjeros- resultando en un complejo cuadro de fuerzas no planeado ni previsto conscientemente; donde la burguesía -presionada- tuvo que decretar las políticas antifeudales. En México, los zapatistas de Morelos, forzaron la reforma agraria en regimenes conscientes de la propiedad (Madero, Carranza y luego Obregón); de la misma forma en Bolivia, que empezó con la agitación agraria de Cochabamba, más un MNR persuadido, y luego se difundió en gran parte del altiplano. En ambos, en un principio, la revolución se orientó hacia la izquierda, aunque posteriormente fue desviada drásticamente hacia la derecha, jugando EEUU en esto, un importante rol.
      Con todo este escenario, Knight una vez más afirma que los resultados, son en algún sentido recurrentes, y poco tienen de fortuitos, contingentes o impuestos desde afuera; cree más bien en que reflejan la lógica interna de dichas sociedades. Y así,  como se dijo -basado en el análisis de Knight-, Cuba siguió una estructura lógica, vinculada al desarrollo intrínseco-prerrevolucionario y pre-capitalista de su sociedad; en tanto México y Bolivia respondieron a una masiva movilización campesina. En México en un principio, tal oposición fue espontánea, localizada, autónoma y violenta –“primaria”-, pero después de 1920 fue seguida de movimientos “secundarios” -respondían a estímulos y cierta educación-. En Bolivia, la modalidad “secundaria” fue la norma. En ambos casos, la revolución fue en parte causa y en parte consecuencia de la resistencia campesina a la hegemonía de los terratenientes. El antiguo régimen, en su marcada inequidad, trajo como desenlace un severo golpe al orden agrario tradicional, con lo cual, tuvo que abandonar el latifundismo tradicional y competir en el mercado libre por fuerza de trabajo y ganancias, es decir transformarse en capitalista agrario.
En ambos países, la transición fue un prolongado y complicado  proceso -similar evolución transitó Francia-, de tal forma que la alianza entre campesinos rebeldes antifeudales y antiterratenientes, con los reformistas burgueses –bajo el enfoque de Knight-, expresan cierta semejanza con la experiencia europea (Francia), y contrastan con las revoluciones del “tercer mundo” (China y Vietnam) de índole antiburgués, socialista y de mayor radicalidad.
      Y en este contexto, recurrimos nuevamente a Hans Tobler -cita Nº 9-, cuando se refiere a los muy distintos resultados entre las revoluciones de México, Rusia y China, no obstante, los tres centros,  haber tenido una situación inicial semejante. En el contexto de las similitudes, Tobler hace referencia a la situación periférica y la dependencia que estos países tenían frente a naciones capitalistas altamente industrializadas de occidente, y nos habla de la profunda crisis de modernización que acompañó a estos tres procesos, habida cuenta de que, resultado de esta, únicamente se modernizaron algunos sectores de la economía, ya que se mantuvo la estructura social heredada, sobre todo la del poder político en su esencia, lo que resultaría para el autor, -tomado de More- en una “modernización conservadora”. Este tipo de revoluciones, -según Tobler- que trataron de superar la dependencia exterior y transformar completamente la economía y la sociedad, se caracterizaron por ser procesos, de larga duración y amplia movilización de masas.
      En cuanto a los resultados, se retoma a Knight, cuando bajo su óptica, comparando los procesos latinoamericanos con los procesos de Euroasia -en cuanto a la participación de los campesinos-, el autor sostiene que la evolución de los mismos condujo a resultados disímiles, aunque, en el siguiente contexto: En México y Bolivia, con las revoluciones burguesas sobrevino el desarrollo capitalista, mientras que en China, Yugoeslavia y Vietnam, consolidaron revoluciones comunistas. Nos habla, de factores fortuitos y de factores exógenos  relevantes: 1- las  revoluciones comunistas dan su “puntapié” inicial después de 1917, y México en cierto sentido fue excluido, 2- las revoluciones comunistas por emulación, apoyo y geopolítica fueron más plausibles en Euroasía, y 3- en general, la ocupación extranjera y las guerras de liberación nacional llevaron a insurrecciones comunistas (Latinoamérica no ha presentado guerras de liberación nacional en el siglo XX).
      En otro momento, Knight, una vez más discrepa con Theda Skocpol, cuando la autora pretende igualar Vietnam y México, en cuanto al control externo y formas de resistencias, ya que -para Knight-, Vietnam padeció por parte de Francia dominación colonial (colonialismo formal), mientras que México a través de las inversiones estadounidenses, transitó un neocolonialismo informal. Una vez más, el “tiempo mundial” y la posición geopolítica, son factores a tomarse en cuenta, pero no factores claves, ya que en el caso del imperialismo formal, se puede establecer una importante distinción entre Asia y América Latina, pero de esta última no, en cuanto a sus  diferencias.
      En cuanto a los cuadros urbanos militantes -según Knight- estos varían entre una y otra revolución; así vemos que en China y Vietnam predominaron los militantes comunistas; mientras que en Francia, México y Bolivia, fueron los reformistas burgueses (jacobinos,  constitucionalistas y el MNR, respectivamente).
      Continuando con el análisis de Knight, se puede asumir que las revoluciones burguesas en general, permitieron que la transformación de la clase terrateniente, habilitara a los campesinos ingresar al mercado más fácilmente; y -por ejemplo- así como en Francia dejaron de entregar el diezmo, en Bolivia y México los servicios en trabajo. La nueva política económica (NPE) constituyó un rasgo permanente en el escenario político de estos centros. Claro que, con la expansión del hasta ahora restringido mercado interno y la comercialización, surgieron otras actividades: nuevos grupos de intermediarios, funcionarios burócratas, comerciantes medios, líderes políticos; dando origen en los tres casos, a los vicios del comerciante, y en la comunidad campesina asomó el usurero, suplantando al antiguo señor de la tierra. Contra estos hubo reacción, desde indiferencia hasta la abierta hostilidad de los campesinos, lo cual hizo que las instituciones posrevolucionarias, si bien, beneficiaron a los campesinos por un lado, los lanzaron a obstaculizar la creación del nuevo estado y de la nueva forma de explotación mercantil.
      El desenlace inherente a las revoluciones burguesas -en la opinión de Knight-, difiere notablemente de la alternativa socialista, de la cual (dejando de lado ciertas particularidades),  retomase lo inherente a las similitudes entre Yugoslavia, Vietnam y China, ya que en el contexto de las guerras de liberación nacional que tuvieron, como resultado, en su seno se  vivieron sentimientos nacionalistas aglutinantes poderosos (esta condición, permite no obstante, establecer diferencias cualitativas con la experiencia soviética).
La exitosa alianza de cuadros comunistas y campesinos insurrectos -contra los invasores japoneses en el caso de China, o contra el respaldo japonés al régimen de Vichy, en el caso de Vietnam- vinculados a una extensa lucha guerrillera, no ha ocurrido jamás en América Latina, en tal caso, lo más cercano sería el caso cubano –ya analizado-, donde actuó una amplia coalición de fuerzas.
      Hans Tobler -quizás más en consonancia con Theda Skocpol- le adjudica una importancia central al fenómeno de la guerra y a la guerra civil, y analiza -por ejemplo- la influencia que ejerció la 1º. Guerra Mundial sobre el estallido de la Revolución Rusa, habida cuenta de la deserción en masa de los soldados-campesinos del ejercito, quienes por la mala experiencia en la guerra, y ávidos de tierra, no vacilaron en apoderarse violentamente de las tierras señoriales. A este levantamiento, ampliamente espontáneo, Tobler lo compara con Morelos[11] en México, en el sentido de que -uno y otro- se apoyaron en una estructura solidaria casi intacta de sus pueblos. La rebelión campesina significó para los bolcheviques en el caso ruso, un gran facilitador para que estos tomaran el poder, y lo consolidaran. En cambio, en China las rebeliones autónomas y espontáneas tuvieron poca importancia, ya que primero, los campesinos fueron movilizados por el ejercito Rojo (1937) a partir de la ocupación e invasión japonesa –es decir desde afuera-,  motivo que no solo significó la emancipación social, sino que a la vez sirvió de defensa nacional contra los invasores.
      Hans Tobler, en este contexto, una vez más, -en consonancia con Skocpol- en cuanto a su teoría del factor internacional como determinante, se respalda en Barrington Moore -cita mediante- cuando, a los japoneses le asigna -al menos- dos tareas esenciales, en tanto y en cuanto, significaron para los comunistas chinos una gran ayuda: 1-provocar solidaridad entre los oprimidos y,  como resultado, 2- eliminar las antiguas elites.  
      Otro aporte -comparativo y distintivo- interesante genera Tobler, respecto a la “movilidad” de los campesinos-soldados (para una u  otra revolución), y nos ejemplifica: el ejercito rojo de Mao Tse Tung se distinguía por su alta movilidad, prueba de ello lo constituye la “Larga marcha” (1934) a miles de kilómetros al norte de China, mientras que el ejercito zapatista -campesinos arraigados a la tierra-, de poca movilidad, no estaba dispuestos a participar en operaciones militares de gran extensión, sino las propias a su geografía o terruño. 
      Para Tobler, las relaciones mexicano-estadounidenses, resultaron vitales, debido a la fuerte influencia en la guerra civil mexicana de 1913/14, y en el contexto de que estas incidieron marcadamente en la fase central de la revolución; la alianza indirecta entre Estados Unidos y los movimientos revolucionarios del norte de México, hizo que estos últimos al recibir  financiación económica significativa, resultaran en un modelo particular de insurrectos -ejercito “neutral”- (el encomillado pertenece a Tobler), sobre todo en Sonora y en Chihuahua, donde, desde el Gobierno del Estado se enroló y pagó sueldo a las tropas, que resultarían más tarde en el ejercito del noroeste bajo el mando de Obregón. Este movimiento nada tenía que ver con la estirpe popular y revolucionaria, sea en la versión de Villa -también del norte-, la cual debía su origen -sobre todo- a la movilización proveniente desde abajo -División del Norte-, sea en el movimiento sureño de Zapata, cuyo ejercito conservaba: identidad campesina,  orientación agraria, alta homogeneidad social, arraigo local y escasas tendencias de “profesionalización”. Cuando se produce la victoria militar de los constitucionalistas contra los convencionistas (1915/16), el ejército “neutral” pasa a constituir el núcleo del nuevo ejército federal (1917), y a partir de 1920 los villistas y zapatistas -ala radical- son excluidos de los cargos políticos y militares. Las tropas constitucionalistas -el nuevo ejército- desempeñaron un factor de poder político decisivo hasta finales de los años ´20; su rol conservador, y en muchos casos, su alianza a los viejos terratenientes, fueron determinantes.  Todo este contexto precedente, constituye para Tobler una justificación importante, en cuanto a los diferentes rumbos, cuando el proceso Mexicano es comparado con China y Rusia. . .
      Y al retomar el enfoque de Knight, se destaca del mismo -en la evolución de su análisis-, su visión donde sostiene que, las insurrecciones campesinas en América Latina -revoluciones burguesas de México y Bolivia-, han seguido un esquema “europeo” (francés): adhesión al reformismo burgués y revoluciones burguesas; aunque el campesinado fue beneficiario en el corto plazo, y víctima en el largo plazo. Los partidos comunistas de América Latina rechazaron las insurrecciones rurales; ni Castro, ni el Che en Bolivia recibieron importante apoyo comunista. La mayoría de los  PC en América Latina utilizaron como norma la estrategia “anticampesina” de los bolcheviques, además las sociedades campesinas, la mayoría de las veces resistieron la intervención de los intelectuales urbanos, a estos últimos -según Knight- los campesinos les resultaban ajenos y desagradables.
      Para Knight, el contraste entre Asia y América latina, en cuanto al comportamiento entre comunistas y campesinos (en Asia el campesinado rebelde fue dirigido por comunistas) obedece a profundas causas estructurales, de las cuales sintéticamente se analizan las siguientes: respecto a los -diferentes- modos de producción, vemos que en Asia, el Estado despótico -autocrático- y la aristocracia, subordinaron a los terratenientes en sirvientes, mientras que en América Latina, con Estados débiles, los terratenientes se comportaron como poderosas clases.
En este contexto, en América Latina -nos dice Knight-, el campesinado antifeudal encontró aliados entre los reformistas burgueses, del mismo modo que estos últimos, al querer arrebatarles el poder a la oligarquía, corrieron el riesgo de la movilización campesina.
Así analizado, resulta claro, que en sociedades como China o Vietnam, el Estado dependía más de los campesinos -que lo que sucedía en México o Bolivia-, como resulta entendible, que las revueltas campesinas se dirigieran contra los funcionarios estatales, más que contra los terratenientes.    

LA REFORMA AGRARIA Y SUS DIFERENTES RUMBOS: Del análisis de Knight vemos como en México y Bolivia la reforma agraria, fue concebida a los fines de combinar justicia social con estabilidad política, en intensas relaciones de mercado y acumulación de capital, mientras que en los ejemplos asiáticos, la reforma agraria fue puesta al servicio de un colectivismo radical y estatista.
      Respecto a este punto, Hans Tobler cuando considera los procesos de México, Rusia y China, sostiene que, a los tres centros, los caracterizaba la crisis en el sector agrario. En Rusia de finales del zarismo, sobresale el gran aumento de población y la escasez de tierras, amen de los excesivos gravámenes -entre otros aspectos-; en cuanto a China, al crecimiento poblacional, se suma una desintegración social de arrastre, desde 1850-1865, a partir de la presión externa,  iniciada con la revolución Taiping[12],  y por último en México, cuando ocurre la modernización porfirista de la agricultura, la misma tuvo consecuencias sociales regresivas. Agrega el autor que, si bien los campesinos -en los tres centros- desempeñaron una función central en la destrucción del Anciens regimes, los resultados fueron muy disímiles para ellos. En Rusia, los soldados-campesinos desertaron en masa del ejército, lo que se sumo a un amplio levantamiento rural y ocupaciones de tierras, finalmente vino la colectivización forzada de la agricultura durante el estalinismo, lo cual terminó de romper con la antigua estructura agraria, eliminando a la clase prerrevolucionaria de propietarios rurales.
En China, los comunistas, una vez asumido el poder (1949) recorrieron las siguientes fases con respecto a la propiedad privada: 1-propiedad rural privada, 2 -semi-socialista, y por último colectiva; todo esto en conjunto, significó ruptura con las antiguas estructuras de la propiedad agraria.
En México, los resultados fueron muy distintos; si bien la vieja clase terrateniente fue privada del poder político, conservó en gran parte su posición económica y social -a diferencia de la aristocracia zarista-, y los beneficiarios fueron -sobre todo- los neo-hacendados revolucionarios, pertenecientes a las filas de los generales de la revolución.





CONCLUSIONES
      Abordar el estudio de las revoluciones en términos comparativos, resultaría el procedimiento ideal -al menos- para los sociólogos, en el contexto de que cada revolución es única e inseparable de la historia y de la sociedad en que surge.
Frente al enfoque hipotético-deductivo (delimitación de una teoría para explicar un fenómeno particular, deducción de hipótesis apropiadas y su comprobación) -habitual en sociología-, el método histórico comparativo propone el examen en profundidad de una serie de casos a través de la confrontación entre causas y efectos de esas situaciones revolucionarias similares, permitiendo comprender mejor la características especiales de cada revolución. Sin embargo, el problema reside en que -mucha veces- no existe acuerdo sobre que comparar (cita Nº 2).
     
      Finalmente, ayuda y clarifica la tesis de Alan Knight, cuando sostiene que, involucrar revoluciones burguesas y socialistas en un mismo concepto, es erróneo, por que presupone la primacía del Estado como organizador, de lo cual derivaría que tanto las causas como los resultados, se explicarían mejor en términos “estatistas”, y este enfoque resulta aparentemente  inexacto, tan pronto se accede a su análisis: pormenorizado, claro, y convincente.

                                                                              Ramón H. Álvarez, 30/05/2007

















NOTAS AL PIE  Y  BIBLIOGRAFÍA  FINAL



[1] Funes, Patricia y Ansaldi, Waldo (compiladores): Teorías de las revoluciones y revoluciones latinoamericanas, UDISHAL, Documento de Trabajo/58, Serie II, Buenos Aires, 3ª edic., 1998. Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.). 

[2] Julián Casonova, “Revoluciones sin revolucionarios: Theda Skocpol y su análisis histórico comparativo”, en Zona Abierta, nº 41-42, Madrid, octubre de 1986-marzo de 1987, pp. 81-101. En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp. 89-108.

[3] Waldo Ansaldi y Patricia Funes: Introducción al Documento de trabajo/58, 2da.edición, Teorías de la revoluciones y revoluciones Latinoamericanas, CINAP, Buenos Aires, 1996. En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp.1-13.

[4] Alan Knight (Londres, 1946). Estudió Historia Moderna en el Balliol College, Oxford en 1968. En los últimos años ha participado como profesor en la University of Texas, de Austin: ha sido miembro del St. Antony's College y director del Centre of Latin American Studies en la Oxford University. Documentales de Historia. www.culturatlaxcala.com.mx/bdatosvideoshistoria.php

[5] Alan Knight, “Revolución social: una perspectiva latinoamericana”, en Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, nº 27, Instituto Mora, México DF, setiembre-diciembre de 1993, pp. 141-183. En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp. 43-83.

[6] Theda Skocpol (1947 Detroit, Michigan), profesora del Gobierno del Victor S. Thomas; Socióloga y Decana de la Escuela de Graduados de Artes y de Ciencias en la Universidad de Harvard. Fue Directora del Centro para los Estudios Políticos Americanos de Harvard a partir de 1999 a 2006.  Recibió su B.A. en 1969 de la Universidad del Estado de Michigan y su PhD en 1975 de la Universidad de Harvard. Reconocida como uno de los eruditos más citados e influyente de las ciencias sociales modernas; su trabajo ha contribuido -entre otros- al estudio de la política comparativa, de la sociología comparativa e histórica, y del estudio del orden público. Fuente de: 04/04/2007. http://www.wjh.harvard.edu/soc/faculty/skocpol/

[7] Fragmento final de pág. 48 e inicio de 49 de: Alan Knight, “Revolución social: una perspectiva latinoamericana”, Edición en CD-ROM.

[8] Hans Werner Tobler: Ex profesor de Historia Moderna en ETH Zurich. (retirado en septiembre de 2006) . Graduado del Oberrealschule Zurich en 1960; estudió Historia General, Geografía, e Historia Económica en la Universidad de Zurich. En 1966 recibió su Ph.D. de la Universidad de Zurcíh. En 1970-1971 realizó la investigación como Investigador Visitante en el Colegio de México, México D.F., y en la C.C. de Washington sobre la Historia de México de fines del siglo XIX y siglo XX. Cubrió un amplio espectro de la historia reciente de Suiza, de Europa y del mundo no europeo; en su investigación se centró en la historia reciente de América latina y en ediciones en historia comparativa.


[9] Hans Wemer Tobler, “La Revolución mexicana: algunas particularidades desde un punto de vista comparativo”, en Revista Mexicana de Sociología, año LI, nº 2, México DF, abril-junio de 1989, pp. 151-159. En material impreso de Edición en CD-ROM, Libros Digitales, Serie del Nuevo Siglo, vol. 0/1, Buenos Aires, 2001 (2ª edic.), pp. 1-11.


[10] (del ruso bolshevik, ‘mayoritario’) y la oposición, menchevique (del ruso menshevik, ‘minoritario’) Las diferencias básicas entre bolcheviques y mencheviques aparecieron con mayor claridad en los años siguientes a la revolución, cuando lo que en un principio era un acuerdo sobre un programa de actuación política (la deposición del zarismo, la instauración de un gobierno constitucional y, al fin, la supresión del capitalismo y el establecimiento de una sociedad comunista), en la práctica terminó marcando con gran dureza las divergencias. Los bolcheviques apoyaban los objetivos inmediatos tan sólo en la medida en que conducían hacia la meta final: la revolución comunista. Sin embargo los mencheviques, creyendo que Rusia no estaba preparada aún para la revolución (de acuerdo con los postulados marxistas), insistieron en políticas reformistas, sobre todo en la implantación de un gobierno constitucional. Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation.

[11] Durante la revolución de 1910 le tocó a los pueblos de Morelos jugar un papel protagónico. En el poblado de Anenecuilco, donde ahora se encuentra un pequeño museo, nació Emiliano Zapata, el famoso “Caudillo de la Revolución del Sur”. Para lograr la devolución de las tierras comunales, invadidas por las haciendas, y con el lema de “Tierra y Libertad”, Zapata estableció su cuartel general en Tlaltizapán, un antiguo molino de arroz que actualmente está convertido en un museo con fotografías, documentos, armas y objetos que alguna vez pertenecieron al caudillo.  http://www.mexicodesconocido.com/espanol/historia/siglo

[12] Dirigidas por Sun Yat-Sen el 10 de octubre de 1911, los sectores más avanzados de la población y del ejército se levantaron en armas ese día contra el gobierno imperial y la dinastía de los Qing, El último emperador había caído y con él terminaban dos mil años de historia imperial y nacía la República de China. Pasó a la historia como uno de los hechos más importantes de la historia de China y uno de los antecedentes básicos de los acontecimientos que condujeron después al triunfo revolucionario de 1949 y a la instauración del estado socialista. www.argenpress.info/nota